domingo, 25 de marzo de 2012

"Una población insegura es más fácil de ser disciplinada"


Marcelo Goyeneche,documentalista. Director de "SMO, el batallón olvidado".

por Gabriel Conte

Cada tanto una oleada retro: ya sea para las cuestiones política so de la vida cotidiana, para la música o para fundar respuestas a problemas sociales.

Pero bailar lentos no tiene la misma incidencia en la sociedad que volver a prácticas que, si bien nacieron con un concepto principista, terminaron por convertirse en una práctica que en muchos casos caminaban al borde de la ilegalidad aunque respondieran al mandato de una ley.

Cuando decimos esto último estamos hablando del servicio militar: de arranque, no más, a principios del siglo pasado, se convirtió en una práctica que dejó muertos y heridos físicos y mentales.

Hace unos día una de esas oleadas de las que hablamos en el primer párrafo sopló con fuerza, aunque se extinguió por su propia inconsistencia. Fue cuando el hartazgo por la violencia delictual llevó a grupos de gente a plantear la posibilidad del retorno del servicio militar como respuesta a esa situación.

Fue entonces que contamos en MDZ algo bastante desconocido: unos 200 conscriptos desaparecieron haciendo la colimba y muchos murieron bajo la práctica del "submarino". Lo supimos al recoger declaraciones de un joven documentalista que se "salvó" de hacer el servicio (hasta el concepto de"salvarse" da una dimensión de la alegría que implicaba no tener que hacerlo) y que investigó cómo sufrió la dictadura un grupo de conscriptos tucumanos, aun desde antes de que el gobierno cívico- militar cuajara.




Descubrió historias impactantes y eso le permitió meterse a fondo en el tema. Tanto, que su trabajo sirvió para que la propia Justicia se despertara e investigara hechos que habían permanecido impunes.

Ese documentalista se llama Marcelo Goyeneche y es el autor de "SMO, e batallón olvidado". Leyó aquella nota en MDZ y tomamos contacto gracias a las redes sociales. Surgió la idea de esta charla que ahora compartimos:

- Me sorprendió el dato que encontré en tus palabras en torno a la desaparición y muerte de conscriptos en la Argentina. Es una información que desconocía, a pesar de los años de trabajo periodístico. Y que inclusive es un dato muy difícil de encontrar con precisión, una información olvidada. ¿Cómo llegaste a ella?

- Cuando comencé la investigación para el documental di con el libro del Capitán del Ejercito José Luis D'Andrea Mohr ‘’El escuadrón perdido’’ en él se constata que 129 soldados fueron secuestrados y desaparecidos mientras prestaban el servicio militar entre 1975 y 1983. En este libro cada uno de estos casos es reconstruido a partir de un minucioso trabajo de investigación: dónde prestaban el servicio, cuándo y cómo fueron secuestrados, dónde fueron vistos, quiénes estaban a cargo del comando en el momento de la desaparición. Y lo que es aún más escalofriante, cuál fue la respuesta dada a los familiares de cada conscripto por las distintas fuerzas armadas. Con los años fueron apareciendo nuevos casos que en su momento no habían sido denunciados por sus familiares, por temor en la mayoría de los casos y algunos otros por haber creído el discurso oficial de que sus hijos habían sido desertores. Por ejemplo en Tucumán en el año 1975 familias enteras fueron asesinadas con lo cual no había nadie que pudiera hacer una denuncia. Calculamos que la cifra de soldados conscriptos detenidos desaparecidos asciende a 200 aproximadamente. Lo más perverso de esta historia es la forma en que los secuestraban: les daban el día libre, esperaban a que salgan del cuartel para luego en la calle secuestrarlos y volverlos a ingresar al regimiento o cuartel donde estaban asignados allí torturarlos y asesinarlos.

- Tengo entendido que el documental sirvió para que la Justicia se despertara y usara esa información en los juicios contra los militares de la dictadura. ¿Fue así?

- Es una de las mayores satisfacciones que me ha dado este trabajo: primero el testimonio del ex conscripto Domingo Jerez en la causa ‘’Jefatura de Policía’’ de Tucumán en el año 2010 donde declaro frente a Bussi y ratifico lo que había dicho en la película: como Antonio Domingo Bussi torturaba y asesinaba con sus propias manos a los detenidos. Y luego el abogado Pablo LLonto que presento el documental como prueba en la causa ‘’Campo de Mayo’’. Es que estos testimonios son fundamentales para comprender lo que sucedió en aquellos años, los ex conscriptos fueron testigos directos de lo que sucedía en los cuarteles y tienen todavía mucho más para contar.

- ¿Qué casos son los que más te conmovieron?

- Sin dudas el relato de vida de Jerez es el que más me conmovió. Domingo Jerez se animó a contar datos valiosísimos sobre el terrorismo de Estado y el funcionamiento de los centro clandestinos de detención como el caso de ‘’Caspinchango’’ un centro de detención rural en la selva Tucumana donde no hubo sobrevivientes, también tuvo el coraje y la valentía de contar las torturas a las que eran sometidos los conscriptos. Digo coraje y valentía porque sigue viviendo en Tucumán y fue varias veces amenazado.

- Es muy común una afirmación que usás en tu trabajo y que repite mucha gente que hizo el SMO en la época de los militares: “Acá hubo una guerra”. Te cuento que me sorprendió que eso lo repitiera el propio Julio Cobos, inocentemente y sin ser una persona premilitar cuando le preguntaron por su paso por la colimba en el libro “Cuidado con Cobos”, que es una entrevista que le realizaron dos periodistas mendocinos. ¿Sirvió como un lavado de cerebro para mucha gente?

- Me cuesta creer que Cobos o cualquier otra persona pueda decir o repetir a esta altura de forma inocente semejante barbaridad. No hay inocencia, hay complicidad por ignorancia o convicción. ‘’Acá hubo una guerra’’ es otra de las tantas frases hechas que se han repetido a lo largo de nuestra historia y que tanto daño han hecho. Acá hubo terrorismo de estado, asesinato sistemático de personas desde el estado, con complicidad civil, así es como se construyen los procesos genocidas en las sociedades y así fue como se construyo en Argentina para terminar de imponer un modelo económico que comenzó en 1955 y hasta el día de hoy la clase trabajadora sigue padeciendo.

- La historia de tu documental empieza en un gobierno civil. ¿Qué grado de bolilla pensás que le dio la civilidad a lo que pasaba en los cuarteles con los conscriptos, hasta que mataron a Omar Carrasco en Zapala y se empezó a mirar el asunto con otros ojos?

- Primó siempre la mentirosa afirmación de que el servicio militar era un lugar corrector de conductas desviadas que amoldaba hombres de bien se pueden ver las películas de la época como ‘’La colimba no es la guerra’’ o ‘’Canuto cañete’’ donde la colimba es pura diversión camaradería y los militares son todos muy buenos y comprensivos hasta se terminan haciendo amigos de los soldados. Por lo tanto la colimba no se cuestiona. También hay que decirlo: fue la salvación para muchas familias pobres donde un plato menos para comer en la casa era un regalo del cielo y la única oportunidad para muchos jóvenes de ‘’salir al mundo’’ conocer otro lugar que no fuera su pueblo o el lugar donde vivían. Carrasco con su muerte saco a la luz casi 100 años de una historia perversa como la del S.M.O. Con su muerte cerró las puertas de la colimba esperemos que para siempre, no hay que olvidarse de Omar Carrasco, los jóvenes tienen que saber que paso con él.

- Cuando releo la nota que escribí en MDZ y en la que incluí tus opiniones sobre la colimba, veo que los lectores están en una pelea feroz entre sí en torno a la presunta bondad de que vuelva la colimba. ¿Qué repercusiones has recibido con tu documental?

- Podemos decir que las aguas están divididas como lo están los lectores. La idea del documental no es caerle bien a nadie sino poder en conjunto reflexionar sobre estos pasajes de nuestra historia pero por sobretodo es tratar de tener tolerancia y escuchar al otro. Tratar de entender los mecanismos culturalesque hacen que hoy después de más de 30 años todavía haya personas que siguen reivindicando la tortura y el terrorismo de estado. También tengo la sensación que hay muchos que no quieren saber nada con que los ex conscriptos y sus historias así como sus reclamos salgan a la luz. Pronto se cumplirán 30 años de la guerra de Malvinas, para mí en lo personal, Malvinas son los ex combatientes y nada más, esos chicos que haciendo el S.M.O. fueron a dar la vida por la decisión de un grupo de delirantes asesinos que se querían perpetuar en el poder. Muchos de ellos hoy todavía están tratando de ser reconocidos, hace más de tres años están acampando en la Plaza de Mayo, han sido reprimidos salvajemente y nunca han sido siquiera recibidos, escuchados. ¿Todo por no querer pagar una pensión de veteranos de guerra? Nos llenamos la boca hablando de Malvinas, pero a los que pusieron el cuerpo los ninguneamos sistemáticamente. No creo que pagar estas pensiónes a los veteranos de guerra salga más que la cantidad de dinero que se le da a Cirigliano para subsidiar TBA. Nosotros ponemos la plata y también ponemos los muertos.



- ¿Tuviste oportunidad de proyectarlo en Tucumán? ¿Cómo te fue?

- El documental fue exhibido el año pasado en el Festival de Cine de Tucumán yo no estuve pero me contaron algunos ex conscriptos que fueron que se armo un interesante debate a la salida entre ellos y sus distintas posturas. Ojalá se den cuenta la importancia que tiene el relato oral de ellos como protagonistas olvidados por la historia oficial y lo importante que seria que todos se animen a declarar si vieron cosas vinculadas al terrorismo de Estado.

- ¿Vos hiciste la colimba? ¿Qué opinión te quedó?

- ¡Me salvé! Número bajo 086 …que alegría, como olvidarlo.

- Bueno, ¡yo también! Número alto: 919. ¿Qué te dicen tus familiares al respecto, los que sí la hicieron?

- Recuerdo discusiones entre mis viejos, mi papá a favor de la colimba y mi vieja totalmente en contra. Mi viejo repetía el viejo discurso que la colimba era un corrector de caracteres rebeldes. Cuando le dije que me había salvado me dijo: "Te hubiera venido bien a vos".

- ¿Se puede decir que hubo una “época buena” para el Servicio Militar Obligatorio?

- El servicio militar fue desde sus comienzos una institución de la tortura, de la obediencia debida, de la humillación del ser humano. No hay épocas más benévolas, tal vez con el tiempo algunas cosas se puedan remembrar con gracia, pero decime ¿que gracia y qué sentido tienen aplaudir cardos hasta sangrarte las manos, bañarte con agua fría en pleno invierno o ingerir comida en estado de descomposición? Alguien me puede decir que a través de estos actos se puede conseguir algo productivo para el hombre y la sociedad. Estas serian las cosas más livianas, te cuento algunos de los más terribles y que vienen desde los comienzos de la colimba: la práctica del ‘’zambullón’’ o ‘’submarino’’ que consistía en hacer pasar por debajo de la quilla de un barco a los soldados atados de pies y manos, la mayoría morían ahogados. El 23 de mayo de 1902, el diputado por Corrientes José Robert alude en el Congreso a los malos tratos aplicados a los conscriptos del batallón 12 de infantería. Dice que habían sido vejados y ultrajados, abofeteados, ‘’con la boca destrozada a puñetazos’’, algunos de ellos con los brazos dislocados o fracturados a consecuencia de golpes de Máuser. En pocos meses acusa, habían muerto 26 de una dotación de 300.

- ¿Cómo te cae el planteo de algunos sectores que, frente a la inseguridad, creen que hay que encerrar a todos los “pibes chorros” en un cuartel y que pase… lo que tenga que pasar?

- Una población insegura es más fácil de ser disciplinada, además no protesta por el despliegue de medios represivos, los reclama. Este es el gran negocio de la inseguridad donde los ricos siempre ganan y los que pierden siempre son los pobres, el resto es un show mediático.

Link permanente: http://www.mdzol.com/mdz/nota/371917

viernes, 23 de marzo de 2012

Los colimbas (no) se divierten: el debate sobre apagar el fuego con nafta


"Los colimbas se divierten", caracterizados por Porcel y Olmedo.


Se pide que vuelva el servicio militar. Sin embargo, en cierta memoria selectiva se privilegia la experiencia individual que representó la "colimba" a la colectiva. ¿Sirvió? Es probable. Pero también dejó un rastro de abusos y muerte.
por Gabriel Conte

En Twitter: @GabrielConteMDZ

Es un planteo común reclamar por el retorno al servicio militar como presunto corrector de los males juveniles. Mucha gente vivió una experiencia de igualación social con la "colimba": un análisis masivo de salud a los 21 o 18 años, según la época; desayuno, cama, entrenamiento físico, entre otras cuestiones que se rescatan como positivas.
Pero se trata de un reclamo automático: como si el solo hecho de volver al pasado solucionara los problemas del presente.
No es un argumento excluyente de la derecha, esto de mirar la foto en sepia y lanzar lágrimas de melancolía. De hecho, la supuesta progresía lucha por estancar los recuerdos en la felicidad de la juventud de los años 70, ignorando el abismo que hay entre aquel pasado y este presente.
De hecho, se han planteado alternativas de igualación social: con la Asignación por Hijo, si se hiciera "universal" (ya que no lo es) se avanzaría un paso en la historia, ya que se bajaría la edad de sometimiento a un trato igualitario y controlado por parte del Estado. Antes, en ese presunto pasado glorioso de uniforme y subordinación extrema, el Estado miraba a los ojos a sus ciudadanos en plena pubertad, mientras que hoy se encamina a hacerlo en la niñez y no sólo a los hombres, sino a niños y niñas.
También se ha hablado, sin éxito en los hechos, de la instauración de un "servicio social", divagando en los debates entre lo voluntario y lo obligatorio de su carácter. Por supuesto que, desde los sectores más acomodados se espera que la obligatoriedad alcance tan sólo a los desacomodados y no a sus hijos. Como ejemplo, prima una visión botánica del ser humano: "Hay que ponerle un palito para que crezcan derechos", "hay que plantarlos en tierra firme y trasplantarlos a tiempo"... entre otras frases que olvidan que, de lo que hablamos, es de seres humanos.

Marcelo Goyeneche es un documentalista que tiene como mérito extra al producto que logró ("SMO, el batallón olvidado"): haber conseguido el testimonio ignorado hasta entonces de colimbas que sufrieron la tortura durante el cumplimiento de su deber legal.
Es él quién analiza, despojado del debate político y con los argumentos que le dan el haber investigado a fondo el tema para lograr su documental, cuestiones que también hay que poner en la misma balanza a la hora de gritar, desencajados, que el servicio militar obligatorio es "la única salida" a nuestros males:


- Cuando el servicio militar se instituyó, en 1901, se lo presentó como “un instrumento de moralización pública”. Pero a lo largo del siglo XX quedó demostrado que ese ejército, que pretendía encauzar y formar ciudadanía terminó, siendo una amenaza real para las instituciones del país y los trabajadores. En la década del ’10, se conoció una práctica denominada como el submarino, que consistía en atar de pies y manos a los conscriptos, obligarlos a sumergirse en el río y bucear por debajo de un barco. Fue una práctica que provocó la muerte de 30 soldados en Corrientes.


- Es más, durante la pasada dictadura se produjo la desaparición de más de 200 soldados de los cuarteles. Eso sin mencionar los bailes y metodologías siniestras, como aplaudir cardos o tormentos que provocaban principios de deshidratación. Los ex soldados con los que hablé me contaron que a veces, como castigo, algunos eran atados en el interior de las carpas debajo del sol, con un tarro de agua en el pecho porque con el calor, la persona siente la sensación de que se ahoga dentro de un horno.


-Las secuelas de esos abusos siguen durante muchos años. Hay casos de alcoholismo, problemas psicológicos y físicos que todavía hoy afectan a quienes tuvieron que hacer la conscripción en el monte tucumano. Entre 1975 y 1983, los años más álgidos de la represión estatal en Argentina, más de 400.000 jóvenes pasaron por los cuarteles, contando además los que debieron ser movilizados al Atlántico Sur como consecuencia del conflicto con Gran Bretaña. Eso solo nos da la pauta de que, entre nosotros, tenemos toda una generación que padeció abusos sistemáticos en las unidades militares.

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El Caso Carrasco fue emblemático y marcó una bisagra histórica. Su asesinato en un cuartel de Neuquén ocurrió tres días después de su conscripción. A sus padres le dijeron (en pleno 1994) que estaba "desaparecido", un término fuerte, muy vinculado a prácticas aprendidas (y posiblemente, por entonces todavía no desaprendida) por parte de los militares argentinos.


Su asesinato originó la extinción del servicio militar obligatorio. Pero hubo más que una trágica muerte: quedó en evidencia cómo todavía funcionaba en la oscura sombra de un sistema sin ingerencia ni control civil, una cadena de complicidades que pretendía reproducir prácticas criminales como las que sirven hoy para fundamentar el llamado a la reinstauración de aquel recurso. Y peor: porque las muertes y las complicidades se producían bajo el paraguas del Estado.

A muchos de los abusos físicos que llegaron a conocerse trasponiendo la gigantesca muralla de silencio de una fuerza hermética y vertical, se le deben sumar los mentales. Tanto así que hay ex reclutas que reproducen como propio el discurso de los militares que comandaron, por ejemplo, el genocidio en el monte tucumano: un lavaje de cerebro que no les permitió siquiera reflexionar sobre la legalidad del acto que estaban ejecutando y ni siquiera hablemos de la dimensión humanitaria de matar a un compatriota, a un ser humano porque obediencia al mandato de su jefe de conscripción.

Así lo documenta Goyeneche en el filme mencionado. Pero también puede que haya sido el germen de tanta defensa melancólica actual de un pasado que cierne su sombra, insistentemente, sobre un presente que requiere de inteligencia y libertad de pensamiento para buscar salidas modernas, integradoras, efectivas a las muchas crisis que, además, no solamente afectan a los adolescentes, sino a los adultos que los criaron y las generaciones que van llegando.

Es una opinión entre miles, pero las preguntas que pueden servir para la reflexión son:

•- ¿Es más importante ponerles un arma al hombro y encerrarlos en un cuartel a que vayan todos a la escuela, que todos tengan servicios de salud física y mental y que coman bien todos los días?


•- ¿Los problemas de conducta y la inseguridad son producto de que no hay servicio militar y nada más?


•- ¿Los adultos no tenemos nada que ver con la formación de nuestros hijos?


•- ¿Los adultos queremos que a nuestros hijos los eduque otro? ¿O lo que queremos es que hablen del hijo del otro y no del nuestro?


•- ¿No hay nadie, político, no político o antipolítico con una idea acorde a nuestros días, ya que lo único que se nos ocurre plantear como solución es un retorno al pasado?


No todo tiempo pasado fue mejor. De hecho, podría afirmarlo categóricamente: todo tiempo pasado fue peor.


E inclusive más: todo tiempo por venir necesariamente tiene que ser mejor que éste.

Pero si los parámetros del debate nos hunden en el pozo de los tiempos, este último deseo será de imposible cumplimiento.