domingo, 10 de mayo de 2009

ENTREVISTA A GUILLERMO SACCOMANNO


“Siento que para muchos plásticos, directores y escritores es más importante una tapa de un suplemento que pintar, escribir o filmar”.

Los grandes escritores siempre dicen: Presente y Guillermo Saccomanno (Buenos Aires 1948) es uno de ellos. Fue creativo publicitario, periodista y guionista de historietas. Entre sus novelas se cuentan Prohibido escupir sangre (1984), Roberto y Eva: historia de un amor argentino (1989), El buen dolor (1999, Premio Nacional de Novela) y La lengua del malón (2003). Su ultima novela es 77 (2008). Asiduo colaborador del diario Pagina/12, esta radicado en Villa Gesell desde hace varios años. En esta entrevista hablamos con el escritor de literatura, política, historia y por supuesto de cine documental.

Marcelo Goyeneche.

MG- ¿Cómo influyo el cine político de los 60´ y 70´en tu formación intelectual y en tu literatura?

GS-Cuando pienso en esa época hay una serie de nombres que me saltan desde la memoria: tanto Godard y Pasolini como Lindsay Anderson y Casavettes fueron claves en mi formación. Tanto o más que Pontecorvo o Rosif. Hablo de la época en que tenía quince, veinte años, salía a la calle a laburar y al mismo tiempo que descubría la ciudad, me iba armando un programa literario. Creo que, en particular, desde lo cinematográfico una marca narrativa importante para mí fue el free cinema inglés. Desde ese cine veía de otra manera mi realidad. El free cinema transmitía, además de una búsqueda expresiva sin rebusques, una intención de reflejar lo cotidiano con una crudeza que no descartaba ni la innovación formal ni un tono inconformista que incluía la denuncia. Lo ficcional y lo documental se entreveraban. Hace unos años veía con mis hijas un film de Ken Loach. Una me preguntó cómo era que nosotros nos parecíamos tanto a esos ingleses. La misma pregunta me la había hecho yo de pibe cuando descubrí el free cinema. Tal vez la respuesta era que el capitalismo castiga y humilla igualando a los explotados de todas partes.


MG- Participaste de la adaptación de tu libro “Bajo bandera” al cine. ¿Cómo fue ese proceso?

GS-El guión de “Bajo bandera” lo escribì, en colaboración con su director, Juan José Jusid. El guión respondió entonces a sus necesidades narrativas. En este punto, soy terminante: el guión no es mi libro. El guión es del director. Siempre los films son responsabilidad completa del director. El guionista es tanto o más instrumental que los actores. Se trata de un escritor que debe subordinar su literatura - un guión es literatura, literatura en tránsito pero literatura al fin - a los requerimientos de otro, el director. Ningún film puede ser juzgado por su guión sino por su interpretación. El mismo guión interpretado por diferentes directores resulta films diferentes. Cuando Jusid me contrató la forma en que yo entendía cómo llevar al cine el libro estaba más próxima al “Por la patria” de Losey que a “Código de honor” de Reiner, el film que tenía Jusid como modelo a seguir. A mí el Jusid que me sigue interesando es el de “Tute Cabrero” y no el de “Bajo bandera”, bastante más “comercial”. Reconozco que no soy objetivo con el film, si bien debo admitir que tuvo su repercusión y hasta obtuvo un premio por su guión. Pero este no es un mérito mío sino de Jusid. A ver si lo puedo explicar: debí traicionar mi libro para lograr un guión que se adaptara a su voluntad. En el fondo, esta es siempre la situación a la que se enfrenta un guionista, a menos que él mismo sea el director de lo que escribe. Lo que sí puedo asegurar es que con Jusid trabajamos a fondo unas cuantas versiones del guión y ese trabajo, a pesar de las diferencias, fue una experiencia enriquecedora.


MG - ¿ Cuál es el rol que los intelectuales deberían ocupar en estos tiempos donde el sistema capitalista presenta la peor de sus crisis? Te oí decir la frase : “La cultura es un campo de combate”.

GS-La idea de la cultura como campo de combate no es nueva. Y en los últimos tiempos volvió a la carga con ella el intelectual palestino Edgard Said, que para mì encarnó un modelo de comportamiento político. Hay una foto que lo muestra a Said en una intimada tirando piedras. Llama la atención que este intelectual refinado, estudioso de la literatura y su relación la ideología, compañero de Barenboin en armar movidas contra las políticas de exterminio colonial en Medio Oriente, pudiera aparecer en una Intifada con un cascote en la mano. Said encarna todo un paradigma. Paradigma que en los 70 no generaba ninguna sorpresa. La noción de compromiso atravesó el período. Pero el terror que se apoderó de nosotros en el 76 volvió a impulsar la noción de gratuidad de la expresión creadora. Hay muchos otros factores también: la resaca del miedo, la corrupción de los gobiernos democráticos, la universidad alfonsinista, la sumisión de los intelectuales a la modernidad y la adhesión tilinga al giro lingüistico sin tener en cuenta que los discursos – porque no todo es lenguaje, no somos sólo lenguaje - no tienen que ver sólo con otros discursos sino con la historia. Estos factores, entre otros, marketinizaron la cultura. Hoy los artistas plásticos se preguntan a cuánto cotizan, los escritores cuántos ejemplares venden, los directores cómo viajar de un festival a otro. Cuando miro alrededor y veo que no es menor el tilingaje de escritores y directores que quiere entrar en el Malba, que allí justamente se proyecte el cine de “izquierda” me pregunto si no advierten la contradicción. ¿Nos olvidamos que Constantini tiraba manteca al techo en el Alvear junto con Macri, Antelo y De Narváez en el Alvear durante la fiesta menemista? Siento que para muchos plásticos, directores y escritores es más importante una tapa de un suplemento que pintar, escribir o filmar.

MG- Por momentos algunas de tus novelas parecen libros de historia que nos cuentan “la otra historia” la que se empecinan en tapar y ocultar.¿Como es el trabajo de un escritor para lograr esa mezcla entre ficción y hechos históricos?.

GS-Mis últimas novelas conforman una trilogía sobre la violencia política. Pero este no había sido mi propósito original. Lo que me importaba era contar la historia de una piba nacida en cautiverio, en la ESMA. Arranqué con ese relato y cuando andaba por las cuatrocientas páginas me dí cuenta de que estaba escribiendo para la feligresía progre, era un relato con todos los tics del progresismo. Tuve que barajar y dar de nuevo. Entonces decidí ir hacia atrás. Arranqué otra vez de cero. Y tuve que remontarme al primer peronismo. Si quería explicarme la historia de esa piba - que finalmente dejé de lado- yo debía comprender antes qué le había ocurrido a sus abuelos, a sus padres. Cuáles habían sido sus vidas, sus decisiones. No tuve nunca una intención deliberada de hacer novela histórica y no creo que esas tres novelas lo sean. Creo que, en todo, a veces una mirada algo retrospectiva, hundirse en la historia, en testimonios, ir al ayer, nos ayuda a descifrar las tensiones del hoy. Además de la violencia política, me daba cuenta, tenía por delante un conflicto que no podía sortear: la complicidad civil. Ahora, desde acá, me es fácil referirme de este modo a esa etapa de escritura, teorizar sobre esos diez años de confinamiento en la temática. Es decir, opino sobre ese trabajo de escritura desde una perspectiva más distante. Pero lo que en el fondo siempre me importa es contar una buena historia, dar con una historia que te agarre y no te suelte. Lo que pasa es que nuestra realidad es riquísima en materiales y a veces a uno le cuesta elegir. De sólo pensar que Arlt y Evita pudieron conocerse, que Buenos Aires fue bombardeada, que años después una generación se lanzaría tras el ejemplo de Guevara, que un astrólogo detentaría el poder más siniestro y más tarde una dictadura instalaría el terror y la sombra en nuestra sociedad con la complicidad de muchos sectores, díganme si acá no hay historias para ser contadas.

MG -Has sido guionista de historietas, lo que para muchos y creo que sucede también con el cine documental, es considerado un género menor.

GS-Mi generación buscó romper con el maniqueísmo entre un arte de elite y una cultura popular. Y esta fue una conquista intelectual subversiva para los partidarios de un arte minoritario. Por supuesto, fuimos acusados de populistas. Hay que dejar claro que este rescate se operó en los 70, en tiempos de la primavera camporista. Por entonces tuve la suerte de conocer a Oesterheld y escucharlo. Con Trillo le hicimos el último reportaje en vida poco antes de que se lo chuparan los milicos Más tarde le hicimos otro reportaje a Breccia. Esas dos entrevistas constituyen verdaderas lecciones de ética y estética. No hay géneros mayores ni menores, nos enseñan estos dos maestros. Depende de cómo se empleen los géneros. Si escribís historietas sólo para ganar un mango - aunque este es un arte, como el cine, signado por el dinero -, si lo hacés sólo por la guita, perdiste, dedicate a otra cosa. Oesterheld planteaba la dignidad de su oficio al opinar que su lector tal vez a la única literatura que tenía acceso era su historieta. Que el El Eternauta se haya convertido en uno de nuestros clásicos narrativos prueba la validez del compromiso de Oesterheld.

MG- Desde nuestra asociación (DOCA) peleamos por la equidad y la democracia dentro del mundo cinematográfico para los documentalistas independientes. ¿Cómo es en el ámbito literario con los nuevos escritores y las grandes editoriales?

GS-Ya hace bastante que las librerías están dominadas por las grandes editoriales, auténticos pulpos monopólicos, multis a las que no les importa la calidad de escritura. Ese no es su negocio, como tampoco es el objetivo de la feria del libro aunque arrastre mucho público. Estoy convencido que si hoy Cortázar se aparece con el original de “Bestiario” por cualquiera de estas editoriales lo van a pedalear. No obstante, cada tanto surgen propuestas de editoriales más chicas y entre estas pueden detectarse algunas escrituras no estandarizadas, muchas veces experimentales. No obstante en nuestro país se publica bastante. Deberemos dejar pasar el tiempo para ver qué escrituras resisten el paso del tiempo. En tanto, suele ser patético que muchos escritores jóvenes estén más preocupados por la figuración que por su literatura. La movida de Frankfurt 2010 dedicada a Argentina levantó una polvareda que no pasa de lo parroquial. Del mismo modo que la buena literatura no es el objetivo de la Feria del Libro de acá tampoco lo es la de Frankfurt. La de Frankfurt es una feria industrial, donde quienes cuentan son los editores y los agentes y no los autores.


MG- ¿Ves cine documental? ¿ Te parece que, puede influir hoy en la obra de un escritor una película documental?

GS-Hace unos años, cuando integré un comité de lectura del INCAA, me llamó la atención que los proyectos documentales eran más arriesgados y comprometidos que los de ficción. El 80% de los proyectos de ficción, que eran mayoría, eran mediocres. El 80% de los proyectos documentales era talentoso, agudo, polémico. En lo personal me atrae más el documental. Tengamos en cuenta que lo documental no es estrictamente documental. Porque también, a su manera, un testimonio comparte rasgos de armado ficcional. Un documental precisa de una estructura argumental, la construcción de un relato.
Al principio de esta entrevista hablaba de mi adhesión a lo que significó en términos de creación el free-cinema inglés, lo que va desde Lindsay Anderson a Ken Loach, un cine donde se entreveran realidad y ficción. Desde esta óptica es que me interesa el documental. Ahora estoy escribiendo una novela que transcurre en la ciudad donde vivo, Villa Gesell, donde el año pasado se produjeron en un colegio privado religioso once denuncias de abuso en el jardín de infantes. Creo que este hecho comprometió a toda la sociedad entera del lugar. Al empezar a escribir, usando ese hecho como disparador, me di cuenta de que tenía que empezar a escuchar todas las voces de mi alrededor, desde la del peón criollo de un corralón hasta la de una tendera. Sigo escuchando esas voces, recreándolas. Y aunque me alejo a menudo del punto de partida, me dejo llevar. En esas voces hay una manera de contar, un fraseo, un ritmo. Por momentos siento que estoy escribiendo cámara en mano. Y esta es una influencia fuerte de lo que el documental significa para mí. Porque tal vez, como en literatura la crónica, es uno de los géneros de este tiempo.

1 comentario:

Ricardo Righi dijo...

Excelente Marcelo,ahora, que chabon
grosso es Guillermo, no ? Sabes que
me ha sucedido, de oirlo embelesado
y perder nocion de tiempo/lugar, si
ya sé me vas a decir, eh para tanto?
Me pasa eso al escuchar a Guillermo, me genera un extraño estado como de traslacion, aparte no es rebuscado a la hora de exponer conceptos, va para adelante, a un algo asi como matar o morir.
Vamos carajo, que no todo esta perdido !!!