miércoles, 2 de septiembre de 2009

El cine como reconstrucción del hecho histórico y la memoria


Una reflexión acerca del cine sobre el Holocausto

por Abraham Zylberman *

La aproximación del historiador al mundo del cine es una experiencia que despierta entusiasmo, por un lado, y desconcierto, por otro. El entusiasmo surge por varios motivos: la atracción del medio audiovisual, la idea de imaginar a cuántos receptores simultáneamente puede llegar el mensaje; y el desconcierto surge del grado de profundidad del estudio, de la veracidad y confiabilidad de lo narrado. Según R. J. Raack, un historiador que ha participado en la producción de varios documentales, las imágenes son más apropiadas para explicar la historia que las palabras. La historia escrita convencional es –según él– tan lineal y limitada que es incapaz de mostrar elcomplejo y multidimensional mundo de los seres humanos. Sólo las películas –capaces de incorporar imágenes y sonidos, de acelerar y reducir el tiempo– pueden aproximarnos a la vida real, la experiencia cotidiana de las “ideas, palabras, imágenes, preocupaciones, distracciones, ilusiones, motivaciones conscientes e inconscientes, y emociones”.
Unicamente el cine nos proporciona una adecuada “reconstrucción de cómo las gentes del pasado vieron, entendieron y vivieron sus vidas”. Sólo las películas pueden recuperar las vivencias del pasado. Las imágenes que las películas nos transmiten atraviesan nuestra retina y quedan grabadas en nuestra memoria. Y su fuerza es muchas veces superior al texto escrito. La imagen tiene frecuentemente la fuerza y el silencio de la que carece la palabra. Hay varias formas de considerar unapelícula histórica. La más común consiste en comprobar si la reconstitución de época es precisa (si tanto los decorados y escenarios naturales como el vestuario son de la época, comprobar la autenticidad y verosimilitud de los diálogos, etc.) La mayoría de los cineastas ponen atención a estas precisiones y, para estar más seguros, recurren al asesoramiento de historiadores. Otros recurren personalmente a la investigación en bibliotecas, archivos, y se esfuerzan en reproducir con fidelidad la época. Las películas históricas de argumento son útiles tanto para el historiador como para el aficionado al cine. Son un soporte para el relato de un hecho pasado como lo es la escritura para la historia tradicional. En vez de escribir una historia, se filma una historia. Las “lecciones de historia” que pueden obtenerse de las películas sirven para apro-ximarse al acontecimiento, a los personajes, a los problemas que los afectan. Esta aproximación será más o menos acertada en función de la seriedad, del respeto histórico, de la veracidad con que se haya realizado la película. Pero por otra parte, la misma película es una fuente de información sobre el hecho ocurrido.

Encontramos dos tipos de películas basadas en la historia: la de ficción histórica y las de reconstitución histórica. Las primeras son las que evocan un pasaje de la historia o se basan en personajes históricos con el fin de narrar un acontecimiento pasado, aunque el enfoque histórico no sea tan riguroso, acercándose más a la leyenda o al carácter novelado del relato. Los filmes de reconstitución histórica son aquellos que –con voluntad directa de “hacer historia”– evocan un período o hecho histórico, reconstruyéndolo con más o menos rigor, dentro de la visión subjetiva de sus autores. Ambos tipos pertenecen al género argumental. Las películas sobre el Holocausto recurren frecuentemente a la reconstitución histórica, inspirándose en experiencias de sobrevivientes y sus testimonios, y en novelas históricas.

Otro género es el documental. El documental nació junto con el cine, siendo las primeras películas que se filmaron integrantes de este género. Las tropas de avanzada estadounidenses, soviéticas, británicas y francesas tenían unidades especiales destinadas a recoger pruebas de los crímenes de guerra. Las pruebas fílmicas llegaban de diferentes fuentes y a menudo fragmentadas. En una casa, ocupada por un oficial nazi, se encontraron algunos carretes de 8 mm. que comprendían tomas de un episodio ocurrido en Stuttgart en 1941: una docena de judíos eran sacados de sus hogares, golpeados, despojados y arrastrados por los cabellos a través de la calle, sin que nadie interviniera para impedirlo.Los equipos aliados de investigación estaban asombrados por el cuidado con que los alemanes habían documentado sus propios crímenes y conservado su registro. En las afueras de Münich, una unidad halló en una villa que Himmler había usado, un proyector de 35 mm. listo para usar y mostrar experimentos médicos llevados a cabo en campos de prisioneros. En otro filme “doméstico” se mostraba un gaseamiento de prisioneros. Estos materiales engrosaron posteriormente distintas películas documentales sobre el tema de la guerra y los crímenes contra civiles. Dentro del género documental se encuentran las películas realizadas sobre la base de los testimonios de los sobrevivientes, quienes se convierten también en protagonistas de las mismas. Esta clase de películas conforma una nueva corriente de estudio de la historia, la “historia oral”, basada exclusivamente en la entrevista y el testimonio del sujeto protagonista. Una película clásica de este género es Shoah, de Claude Lanzmann, en la no se muestra ninguna escena macabra, no se ve ninguna gota de sangre, ningún cadáver. Pero los testimonios son tan contundentes, tan fuertes, que no son necesarias otras imágenes. Dijo Elie Wiesel que “...si algún otro hubiese podido escribir mis cuentos, yo no los habría escrito. Los he escrito para dar testimonio. Mi papel es el papel de testigo...”. Algo similar ocurre con muchas de las películas que sobre el nazismo –y especialmente, el Holocausto, la Shoá– se han filmado. Porque ya se traten de películas de ficción, de reconstitución o documentales, en todos los casos se transmite un testimonio que permite aproximarnos visualmente al hecho histórico. Mientras que el acontecimiento es objetivo, el testimonio es absolutamente subjetivo, y somos –entonces – espectadores de un hecho que un tercero ha filmado y nos transmite através de su subjetividad. Y nosotros debemos –a su vez– interpretarlo, comprenderlo, aceptarlo o rechazarlo, de acuerdo a nuestra subjetividad. Una película histórica permite, pues, aproximarse al acontecimiento, a los personajes y a los problemas de la época que describe, pero también es una fuente de información sobre la visión que del hecho histórico tienen sus realizadores, quienes –a su vez– también representan, al decir de Kracauer, “el auténtico perfil psicológico que caracteriza al país” del cual son originarios. Ellos nos muestran lo que quieren, lo que para ellos es “su verdad”. Y está en nosotros acordar o discordar. A partir de esta aproximación nos convertimos en espectadores-testigos y podemos preguntarnos: ¿Cuál es nuestra función como testigos? ¿Por qué nos convertimos en testigos? ¿Qué haremos en el futuro con este testimonio? ¿Nos callaremos porque, como dijo Adorno, y parafraseando su afirmación, “no se puede escribir (filmar) después de Auschwitz”? ¿Nos convertiremos en transmisores del testimonio, o éste se silenciará en nosotros? ¿Nos comprometeremos ante la Historia al transmitir el testimonio del cual nos apropiamos? En nuestras manos está la decisión, y de ella depende que nuestra memoria ayude a construir la memoria del futuro, la memoria del... “¡Nunca más!”.

* Prof. de Historia (UBA) y Ciencias Judaicas. Miembro de la Comisión de Cultura y Educación y docente de la Fundación Memoria del Holocausto.



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