martes, 15 de septiembre de 2009

Patricio Guzmán: “Los textos de Pinochet se siguen estudiando en las escuelas militares”


Por Eduardo Anguita
eanguita@miradasalsur.com

- Apelando a tu memoria histórica, ¿qué sentís un 11 de septiembre? Y me imagino que con las cosas que vos has vivido, has visto y has tenido que ver en la compaginación una y mil veces, cada 11 de septiembre te puede hacer sentir algo diferente o algo particular y quisiera que lo compartas con nosotros.

–Lo que siento principalmente cada 11 de septiembre es la situación de Chile hoy en día. Es decir, no me evoca tanto el pasado sino qué hemos logrado después de tantos años, después de ese 11 de septiembre que nos marcó para siempre. Y eso es lo que más me trae al corazón. El pasado se estudia y se analiza para avanzar en el presente. Y lo que pasa en Chile hoy en día es bastante delicado porque los militares en Chile siguen estudiando los mismos textos de estudio de hace 30 años, no hay una doctrina republicana en el Ejército, no se están formando como deberían y tienen recursos. No hay nuevos textos de estudio, y siguen anclados en el pasado. El texto de Pinochet que escribió hace 30 años sobre geopolítica sigue estando en las escuelas militares, que es un texto incluso con alusiones racistas y eso descorazona a cualquiera.

–Y en el Congreso, ¿hay algún legislador comprometido con estos temas?

–No, porque el ejército sigue siendo como una especie de gran vaca sagrada que no se puede tocar. Ellos tienen todavía una especie de Consejo de Seguridad propio que se los concede la Constitución y nadie se atreve con ellos. Eso habla mal también de la clase política, porque lo que se ha avanzado en derechos humanos, no se debe a ellos sino a los familiares de desaparecidos, periodistas y jueces honestos, al mundo de los derechos humanos. Son ellos quienes han hecho presión para que se juzgue a los culpables, y no la clase política.

–Como estamos evocando una fecha histórica, queríamos compartir la voz de Salvador Allende en una alocución al Congreso chileno en 1972, aquel Chile revolucionario y pacífico de Salvador Allende: “El mundo ve en nosotros la realización simultánea de alguna de las más trascendentales aspiraciones que interesan a la civilización actual. Lucha de un pueblo por su dignidad, por avanzar hacia el socialismo, con libertades pluralistas y tolerancia de ideas y credo. Es el esfuerzo de un pueblo por dominar la violencia interna y las agresiones externas. Yo cumpliré con mi deber y haré uso de todos los recursos del Estado, pero guerra civil no habrá en este país”.

–Es un discurso extraordinario donde lo principal, a mi juicio, es que Allende se responsabiliza de lo que pasa y lo que ocurre hoy en día es que nadie se responsabiliza de lo que pasó. Hay muy poca gente que se atreve a decir “yo voté por Allende” o “yo estaba dispuesto a hacer tal o cual cosa en ese momento”. La gente no se atreve, la gente dice o hace como “yo no tenía nada que ver”, “yo no estuve”, “yo no era, yo no fui”, “yo no lo vi”. Y eso lo dicen también los militares y el discurso general que hay es un discurso de no responsabilización. Yo creo que lo que Allende hacía era responsabilizarse de lo que estaba haciendo. Eso a mí me llena de orgullo por esta figura que nos sostiene todavía.

–¿En los canales chilenos pasan tus documentales?

–No, ninguna película mía ha sido pasada nunca por la televisión abierta chilena. Incluso las más ligeras como Robinson Crusoe o Madrid. Nunca han sido pasadas. La televisión chilena no informa, no comunica. Los medios de comunicación construyen una realidad falsa en Chile, una realidad mentirosa. Hay muchos problemas que la televisión no toma en cuenta, los ocultan. La demanda de los trabajadores, la situación social, la represión que hay en los lugares de trabajo nunca aparecen en televisión. Y yo no digo que la televisión sea mala, es muy buena. La ves en un plasma panorámico y los anuncios son bonitos, los locutores son guapos, las músicas son interesantes, el ritmo es trepidante. Pero es una televisión falsa.

–¿Cómo es esa realidad que los medios no están mostrando?

–Es complicado lo que pasa en Chile porque las macromediciones, los macrorresultados de la economía, son espectaculares. Pero las multinacionales no pagan impuestos, pueden entrar y sacar recursos cuando quieren, no tienen que dar explicaciones a nadie, no hay regulaciones ambientales para las internacionales. En educación la situación es bastante complicada. Hay un 40 por ciento de egresados de educación básica que no entienden lo que leen. Hay un 40 por ciento de egresados de educación media que no entienden lo que leen y hay un 40 por ciento de egresados de educación universitaria que tampoco entienden lo que leen. Hay un 40 por ciento de profesores que no entienden lo que leen. Y cada ley que llega al Parlamento para modificar esto, se paraliza. Hay una especie de grieta ideológica que pasa por la educación, no pasa por obras publicas, nadie discute sobre esta carretera o esta otra, este puente hay que hacerlo o no. Cuando se trata de la educación aparece la grieta ideológica y todo se paraliza

–¿Cuál fue tu participación en esos años del gobierno de Salvador Allende?

–Lo que estábamos haciendo un equipo de cinco jóvenes en ese momento era filmar todos los días lo que estaba pasando. Yo tenía la completa seguridad de que lo que vivíamos iba a tener una gran duración histórica porque el país entero se movía, era como un gran barco que comenzaba a moverse por primera vez. Durante muchísimos años Chile vivió adormecido y ese fue un momento de aceleración de la historia en que todo parecía vibrar. Había manifestaciones en las calles, gente que cantaba y que estaba contenta. El centro de Santiago se llenó de gente que nunca antes iba al centro porque no se atrevían, de gente humilde, pobres, trabajadores, campesinos, que organizaban mítines, reuniones en torno del Palacio de Gobierno. Había una sensación de compromiso y sobre todo de participación de la gente. Y Allende lo sabía y ellos sabían que Allende los quería. Había una relación directa entre el poder y el pueblo. Ver eso en tu patria es algo que nunca se olvida, que te llena de emoción para siempre, es una sensación que colma tu alma, tu corazón, para siempre. Eso no lo olvidas nunca, por eso he seguido haciendo este tipo de películas.

–¿Dónde estabas y qué hacías en ese septiembre del ’73?

–Estábamos muy cerca del Palacio de Gobierno. El cámara, Jorge Müller, murió. Fue secuestrado por la policía política y nunca más hemos sabido de él. Jorge y yo salimos a mirar, sin cámara, porque la situación era muy rara. Ya teníamos experiencia callejera de cómo era una manifestación de la ultraderecha, de los fascistas que había en Chile en ese momento y de la oposición, de una parte de la burguesía que estaba crispada. Salimos a mirar y nos encontramos con una enorme cantidad de militares, y una columna motorizada enorme, con tanques. Todos los periodistas venían diciendo “no se puede filmar, nos han echado, hay dificultades”. Yo miré a Jorge y le dije: “Bueno, tenemos dos posibilidades: traer la cámara y filmar, o hacer es todo lo contrario, replegarnos, guardar los dos años de filmación que hemos logrado acuñar y esconderlos”. Llegamos a la oficina de nuevo y hablamos con los otros cuatro miembros del equipo, estuvimos de acuerdo en salvar lo que habíamos hecho y nos fuimos cada uno para su casa. Yo entré a la mía con las manos en alto porque vivía en el centro y ya estaba acordonada la zona. Acordamos por teléfono que Jorge filmara de la televisión lo que la televisión mostrase. Por eso La batalla de Chile termina con el discurso de los cuatro generales con las franjas típicas de la televisión que pasan delante de ti porque nadie lo pudo filmar más que nosotros.

fuente Miradas al Sur

No hay comentarios: